Durante la formación de la Tierra, la energía liberada por el choque de los planetesimales, y su posterior contracción
por efecto del incremento de la fuerza gravitatoria, provocó el calentamiento y
fusión de los materiales del joven planeta. Este proceso de acreción y diferenciación hizo que los
diferentes elementos químicos se reestructurasen en función de su densidad. El
resultado fue la desgasificación del magma
y la liberación de una enorme cantidad de elementos volátiles a las zonas más
externas del planteta, que originaron la protoatmósfera terrestre. Los
elementos más ligeros, como el hidrógeno molecular, escaparon de regreso al
espacio exterior. Sin embargo, otros gases más pesados fueron retenidos por la
atracción gravitatoria. Entre ellos se encontraba el vapor de agua. Cuando la
temperatura terrestre disminuyó lo suficiente, el vapor de agua que es un gas
menos volátil que el CO2 o el N2 comenzó a condensarse. De este modo, las
cuencas comenzaron a llenarse con un agua ácida y caliente (entre 30 °C y 60
°C).
Esta agua ácida era un eficaz disolvente que comenzó a arrancar iones solubles
de las rocas de la superficie, y poco a poco comenzó a aumentar su salinidad.
El volumen del agua liberada a la atmósfera por este proceso y que precipitó a
la superficie fue aproximadamente de 1,37 x 109 km³, si bien hay
científicos que sostienen que parte del agua del planeta proviene del choque de
cometas contra la prototierra en las fases finales del proceso de acreción. En este sentido hay cálculos que parecen indicar que si únicamente el 10% de
los cuerpos que chocaron contra la Tierra durante el proceso de acreción final
hubiesen sido cometas, toda el agua planetaria podría ser de origen cometario,
aunque estas ideas son especulativas y objeto de debate entre los especialistas.
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