Energía del agua
El
ciclo del agua emite una gran cantidad de energía,
la cual procede de la que aporta la insolación.
La evaporación es debida al calentamiento solar y animada por la
circulación
atmosférica, que renueva las masas de aire y que es a su vez
debida a diferencias de temperatura igualmente dependientes de la
insolación. Los cambios de estado del agua requieren o disipan mucha
energía, por el elevado valor que toman el calor latente de fusión
y el calor latente de vaporización. Así, esos cambios de estado
contribuyen al calentamiento o enfriamiento de las masas de aire, y
al transporte neto de calor desde las latitudes tropicales
o templadas hacia las frías y polares, gracias al cual es más suave
en conjunto el clima. Si despreciamos las pérdidas y las ganancias
debidas al vulcanismo
y a la subducción,
el balance total es cero. Pero si nos fijamos en los océanos, se
comprueba que este balance es negativo; se evapora más de lo que
precipita en ellos. Y en los continentes hay un superávit; es decir
que se precipita más de lo que se evapora. Estos déficit y
superávit se compensan con las escorrentías, superficial y
subterránea, que vierten agua del continente al mar.
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